Dime, sol, tú que lo miras todo,
¿has visto a la joven que tanto adoro?
Son varios días que suspiro y lloro,
sin ella parezco cual gusano en lodo.
Ya no cruza aquel florido sendero,
que lleva al agua fresca del pozo.
Dejó su rebozo con aroma hermoso,
a flor silvestre de azucena y romero.
El meloso, hermoso ritmo de su risa
resuena fuerte, cual silencio sepulcral.
Su perfume, a mañana primaveral,
se esfumó pronto, cual si huyera deprisa.
Ahora te canto como el ave al viento,
ahora te siento como el pez al río.
Al verte en mi pensamientoz me sonrío;
Mas recuerdo tu ausencia y me lamento.
¿Por qué ya no te veo en el campanario?
¿Por qué por los campos ya no caminas?
¿Por qué ya no subes por las colinas?
¿Por qué me dejaste triste y tan solitario?
Porque para siempre te has dormido,
como todos los seres de la tierra,
como en soledad los pinos en la sierra,
como un suspiro que se va al olvido.
Te enamoraste del canto de la muerte,
y con su virulenta copa te saciaste;
de su oscuro encanto te embriagaste,
y en su santo manto has quedado inerte.
Vete y descansa en paz, linda morena;
a tu sepulcro iré a visitarte.
Hasta la inmensidad voy a amarte,
tu ausencia sufriré como una condena.