Hoy cumple años mi infante del alma,
y el mundo festeja con luz y alarde,
pero mi pecho, sin tregua ni calma,
siente que el tiempo, cual cruel estandarte,
lo hiere en silencio, lo nubla, lo embalsama.
Matías, amigo, mi sol de la infancia,
quisiera aferrarte en un lazo eterno,
sin que el reloj, con su vil arrogancia,
te robe el candor, ni el gesto fraterno
de aquel que jugaba sin miedo a la distancia.
No quiero este día, que avanza implacable,
ni ver en tus ojos la luz del futuro;
quisiera quedarme en lo inalterable,
donde eras mi risa, mi escudo más puro,
mi trozo de cielo, mi bien inefable.