A una mirada
Pero... ¡qué ojos tan bellos!
¡Qué no daría por mirarme en ellos!
¡Qué belleza, tierna hada!
Me vuelve muy loquito tu mirada.
Al verlos, tengo antojos,
no puedo yo vivir sin esos ojos.
Niña, ¡qué felicidad!
Me pierdo yo en tus ojos la verdad.
Me vuelve muy loquito tu mirada,
no puedo yo vivir sin esos ojos;
si verlos me consumen los antojos,
en donde es mi alma toda enamorada.
Samuel Dixon