Felicio Flores

El pozo

Creía que el pozo era insalvable, que el otro extremo se encontraba siempre demasiado lejos, fuera del alcance de cualquier mortal. Por más que corriera con todas mis fuerzas, saltara con desesperación, nunca lograría llegar. Pensé en levantar un puente, pero la impaciencia de mi juventud me lo impedía.
Entonces, un día, le pedí a los dioses que me enseñaran a volar. Y, lentamente, de mi espalda comenzaron a crecer plumas, pequeñas al principio, luego más grandes, hasta que nacieron alas. Despegué del suelo con torpeza, primero hacia un lado, luego hacia el otro, hasta que el aire me abrazó. Cuando dominé el vuelo y sentí la confianza de atravesar el pozo, tomé impulso, corrí y me lancé sin miedo. Al caer, cerré los ojos, extendí las alas lo más que pude y las dejé llenarse del viento. Salí disparado hacia el otro extremo, como un ave que surca el cielo.
En enero y febrero, el océano es un espejo bajo el sol. Y a lo lejos, las alas, pintan el cielo con los colores de los que aprendieron a caer sin miedo.

—Felicio Flores.