Donde Comienza la Luz
No preguntes a la vida por su sentido
como quien interroga al viento;
escucha en cambio el roce de una mano,
la voz que te nombra sin hacer ruido,
la mirada que no huye cuando caes.
El sentido no está en las cumbres,
sino en el paso que eliges dar,
en la piedra que decides no lanzar,
en el silencio que usas para no herir.
Ser grande no es ser admirado,
es ser necesario.
Es que tu ausencia pese en lo invisible,
como el calor cuando falta el sol.
Ama sin medir.
Sirve sin anunciar.
Deja que el bien que haces
te sorprenda más a ti que a otros.
Quien vive para sí,
muere en sí mismo.
Quien abre su alma,
enciende la lámpara de otros
y nunca se queda a oscuras.
No todo lo que brilla es luz.
No todo lo que duele es herida.
A veces, el dolor es una siembra secreta,
una raíz profunda que te prepara
para florecer donde nadie espera.
Levanta sin decirlo.
Escucha sin buscar respuestas.
Camina sin miedo de la sombra,
porque quien camina con fe
lleva su propio sol dentro del pecho.
No temas caer:
teme no volver a levantarte.
Cada caída es un maestro
que enseña sin castigo.
Y si dudas,
mira la mañana cuando nace,
escucha el canto que no pide aplausos,
contempla el orden perfecto de las estrellas.
Entonces sabrás
que no viniste por azar,
que dentro de ti habita
el aliento del que hizo los cielos.
Y que todo lo verdadero
vuelve, crece y se enraíza...
en Dios.