Laura Meyer

Gratitud sin cadenas

Gratitud sin cadenas

 

La gratitud, en su forma más pura,

es un acto profundo de conciencia.

Es reconocer, con humildad y ternura,

el bien recibido con reverencia.

 

Es sentir, desde el alma y el corazón,

una conexión sincera y profunda,

con quien, con afecto y sin condición,

nos ofreció su gentil ayuda.

 

Cuando es real, surge del amor,

fluye libre, sin buscar recompensa,

no exige retorno ni proclama el favor,

se entrega en calma, fiel a su nobleza.

 

Pero a veces, sin que se advierta,

la gratitud se transforma en carga perpetua,

convirtiéndose en sutiles cadenas,

como si el alma estuviera en deuda.

 

Lo que fue auxilio, generoso y vital,

se torna en peso, profundo y abismal.

Porque el alma, que un día surcó los vaivenes,

se encuentra atrapada por lazos que la retienen.

 

Nunca olvidemos su esencia,

la gratitud no es promesa eterna.

Debe vivirse con la presencia

de una entrega libre que no condena.

 

Ha de ser como el sol, generoso,

que nos ilumina sin pedir compensación,

abrazándonos con su brillo hermoso,

sin esperar ninguna retribución.

 

Laura Meyer