Nunca te rindas, ni en tu peor tormenta,
cuando todo parezca perdido en la bruma.
Hay batallas que se ganan con el alma rota
y victorias que nacen después de la duda.
Nunca te rindas si el camino se parte,
si los sueños se escapan por la ventana,
hay rutas que solo se abren al valiente
que decide seguir... cuando nadie lo llama.
Recuerda: tú has vencido antes.
Cuando no podías más, y aún así pudiste.
Cuando lloraste en silencio por dentro
y fingiste una sonrisa… y resististe.
No eres débil por sentirte agotado,
ni menos fuerte por pedir un abrazo.
Eres humano, y eso es más que sagrado:
una chispa divina encerrada en un lazo.
No te rindas si caes, levántate lento,
aunque tiemble tu cuerpo o te cueste el intento.
Cada paso que das, aún con el miedo,
es un canto de guerra al propio sufrimiento.
Porque tú, sí tú, que estás leyendo esto,
eres fuego que arde sin que lo vean.
Eres historia escrita a mano con esfuerzo,
un milagro que respira aunque lo niegan.
Has dado amor cuando no tenías,
has creído cuando todo decía “no más”.
Eso es fuerza, eso es poesía,
eso es ser luz... aun en la oscuridad.
Así que no te rindas, por favor,
que el mundo aún necesita tu voz.
Tu mirada, tu paso, tu forma de ser,
son parte del cielo bajando al papel.
Y si un día te falta fe, te presto la mía.
Si te falta aliento, te doy mi canción.
Porque nadie camina esta vida solo…
y tú mereces llegar hasta el sol.