Apocrifo

María, bucanera de barra.

Bucanera de barra
que barres naufragios y victorias.
Sonrisa perenne
disfraz del hastío,
disfraz de la educación escasa.
Incansable,
incansable remontando las olas traicioneras,
regalas tu risa
como quien lanza redes al viento,
por si en el fondo del día
algo bueno aún queda por pescar.
 
Tu delantal es bandera
de un barco varado en tierra firme,
donde cada cliente es un puerto
y cada trago, una despedida.
 
Te sostienes
como faro entre borrachos y sombras,
sin más ancla que tu propia voluntad,
sin más vela que tu rutina callada.
 
A veces tus ojos
se nublan como el cristal del botellero,
pero nadie lo nota
porque has aprendido a secar tormentas
con servilletas y hielo.
 
María, timonel sin descanso,
capitana de un barco que no zarpa,
guardas secretos en vasos vacíos
y sueños que no caben en la caja.
 
Cada propina, un suspiro.
Cada plato, un intento de tregua.
Y cuando al fin cierras la puerta,
no es silencio lo que queda,
sino el eco de tu batalla callada.
 
Confesora, a veces amiga,
siempre María.