En el laberinto de mi cráneo,
paredes azulísimas, traslúcidas
confunden el piso granulado
con nubes de enterísima blancura.
No percibo puertas,
pero escucho pasos,
llaman desde el muro,
a un paso de la esquina.
Todo se asemeja a la realidad:
la niña que tiene mi rostro
se ha precipitado,
sabe que no se salva.
Estoy en el pasillo del caracol,
nada ha sido fortuito
nada he movido,
no he cambiado nada ni a nadie.
Todos somos una invención
escrupulosamente desequilibrada
ante científicos.
de Cuaderno de la herborista,
EDITIONS HOY NO HE VISTO EL PARAISO, 2009