Te despiertas y algo cambió.
Una imagen, una frase, un gesto.
Cientos de ojos donde antes solo había silencio.
Te nombran, te comparten, te interpretan.
No preguntan si estás bien.
Solo si es verdad.
Si fue planeado.
Si hay más.
Te vuelves una idea
que no te pertenece.
Un símbolo que no pediste ser.
Te aplauden, te odian, te corrigen.
Algunos te entienden,
otros te destruyen con calma,
como si fueses un objeto sin alma.
Es efímero.
Brillante y falso como una estrella fugaz.
Te consume, te eleva,
y luego te olvida.
Y tú, mientras tanto,
sigues ahí,
tratando de recordar
quién eras antes del ruido.