¡Alcen anclas, icen velas!
¡Tiren a los presos a los tiburones!
—¡Capitán! Tenemos un subordinado.
Dice conocer el ancho mar.
—¿Ah, sí? ¡Tírenlo por la borda,
a ver si sabe regresar!
Justo antes de arrojar al dichoso por la borda,
llega una niña de unos seis años y pregunta:
—¡Capitán! ¿Me puedo subir al parque?