Alejandro José Diaz Valero

Tres cuentos breves

Amigas cantarinas (Cuento)

Contaré la historia de unas amigas; no eran dos,  ni tres, ni siquiera miles…Eran millones de amigas que andaban dando vueltas por el mundo, con diversas nacionalidades, cada una lucía orgullosa su carita simbólica. Era muy raro ver a una de ellas solita, ya que generalmente suelen acompañarse unas con otras.

Cuando están solas, son silenciosas, frías…Pero al estar acompañadas es otra cosa, pues precisamente allí radicaba su alegría, ya que al estar reunidas bailan y cantan, bañando con su alegre canto convertido en metálico son, como campanitas de alegría que tintinan alegrando el ambiente.

Esas  amigas, alegres y divertidas son las monedas, las monedas de todos los países del mundo que cantan y bailan en los bolsillos dichosos de quienes las posean.

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El Libro de oro (Cuento)

En un viejo anaquel de una biblioteca pública, reposaba un viejo libro. No podemos decir que dormía, porqué no es cierto…El libro era muy consultado, era leído por incontables lectores que a diario visitaban la biblioteca.

El viejo libro sonreía cada vez que escuchaba las conversaciones de los lectores

-Ese libro vale oro

- Si, es muy valioso

- ¡ Lo que se dice oro puro!

 Entonces el viejo libro una noche cualquiera, decidió seguir el juego a sus lectores; así que para lucir como ellos lo habían calificado, comenzó a ponerse amarillo. Sus hojas una a una comenzaron a tomar su color amarillento para justificar su calificativo de “oro puro” y de esa forma mantener su valor intacto cuando al amanecer llegaran sus lectores a deleitarse con su lectura.

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 La mariposa y el árbol (Cuento)

Les cuento la historia de una mariposa amarilla que se hizo amiga de un frondoso árbol que estaba plantado en un jardín cerca de su casa.  Cada vez que la mariposa iba al jardín a conversar con su amigo, las flores del jardín y los animalitos que allá habitaban la importunaban para que se fuera de esos alrededores.

Cierto día, su amigo el árbol, aprovechando que la mariposa entró furtivamente y llegó a su presencia, le dijo:

-     Debes ser muy comedida para venir a visitarme, no debes aletear fuerte, debes estar calladita. Cuando ellos lleguen, cierra tus alitas y pósate en mis ramas, ellos creerán que eres una hoja  y te dejarán tranquila y así podremos conversar sin que apenas se enteren.

Y así lo hicieron, el árbol y la mariposita fueron amigos por muchos años y compartieron horas de conversaciones cada tarde en el jardín cuando el sol disparaba sus tibios arreboles y la tarde se vestía de oscuro para abrazarse con la noche.

Así termina mi historia, solo te pido  que cuando veas un árbol con hojas amarillentas en sus ramas, no intentes desprenderlas, pues no estas por saber si esa hoja, es la mariposa amarilla que alegremente camuflada conversa con su viejo amigo.

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