bohemio30

Fuga de versos.

Nació un verso enamoradizo,
con labios de tinta y promesas de fuego.
Vestía metáforas suaves
y caminaba sin culpa entre corazones abiertos.
Lo leían y suspiraban,
como si en cada sílaba
la vida prometiera no doler jamás.

Se creyó distinto.
Perfecto.
Sublime.
Y desde su altura de rima impecable
miraba con piedad —y algo de burla—
al verso triste que sangraba en cada línea.

Ese otro no brillaba.
Lloraba.
Desarmaba al lector con una sola estrofa.
No necesitaba adornos,
solo verdad cruda.
Y aunque pocos lo compartían,
quienes lo encontraban…
no lo olvidaban jamás.

En el margen del cuaderno,
fumando ironías y mordiendo sarcasmos,
vivía el verso sarcástico.
No buscaba aplausos ni lágrimas.
Solo dejaba caer su risa afilada
en medio de los excesos ajenos.
Decía que el amor era márketing,
que la tristeza vendía,
y que la poesía, si no incomodaba,
no valía la pena.

Tres versos.
Tres mundos.
Tres modos de existir en el papel.
El que ama, el que duele, el que se ríe.
Y todos, sin saberlo,
buscando lo mismo:
ser leídos…
y no ser olvidados.