Corrimos sin miedo, sin ver el final,
saltando entre rocas, queriendo volar.
El viento silbaba historias sin prisa,
y el sol nos miraba con risa infinita.
Las luces distantes nos hicieron dudar,
el eco del tiempo empezó a llamar.
Éramos cabras sin rumbo, sin dueño,
buscando un cielo que no era nuestro.
Pero el mundo giró y nos cambió la piel,
las sombras crecieron detrás del ayer.
Nos fuimos perdiendo entre voces ajenas,
olvidando el monte, la brisa, la tierra.
Y ahora en la noche escucho tu voz,
un eco en el viento que nunca murió.
Tal vez en un sueño volvamos un día,
saltando entre rocas, sin miedo, sin guía.