Irmaelvira Tamez

LA PUERTA

Cuando llegaste dejé la puerta abierta

para que no te sintieras cautivo,

supliqué que amarte me dejaras: tocarte,

guardarte en mis brazos,

pero que nunca dijeras te amo,

me quiero quedar contigo.

Después entendí

que tus palabras me hacían vivir,

que si cerraba los ojos te podía ver

y hasta escucharte respirar;

que si te quedaste no fue por maldad

y te compartí mi cama,

adentraste en mis sueños,

en mi mundo, acariciaste mi nostalgia:

mi soledad, mi tristeza

las domesticaste con besos

y entonces el adjetivo se convirtió en verbo

que conjugamos una vez y otra vez,

fuimos enunciado, verso, metáfora;

te quedaste en mi piel como poema, como canción.

La puerta sigue abierta... tú sigues aquí.