Elizabeth Maldonado Manzanero

Se fueron sin avisar

La intuición se fue una madrugada,
cuando el cielo lloraba en vano
por el adiós de la primavera.
Partió con monotonía,
sin una nota,
ni una seña que advirtiera
la falta que haría
para gobernar los días.

La sensualidad quedó al descubierto.
Con pies descalzos avanzó la cobardía,
y todo fue arrebato,
una conmoción súbita.
Así festejaron los sentidos:
el vino nuevo de los besos,
el roce tibio de tus abrazos,
la voz de tu deseo
enredada en la maraña de mis oídos.

La sabiduría se ahogó entre gemidos.
Una mujer despertó de su letargo,
se desperezó y azuzó a la razón,
que huyó despavorida
tras la farsa del amor
que, con engaños,
colaste hasta mi vértebra.

Aún hoy, tus besos osados
calcinan los relojes,
derriten la prudencia,
son un atropello horrendo
del que hizo alarde tu faz.

Mas todo quedó al descubierto.
La razón gritó tan alto
que todo en mí se resquebrajó,
rompiendo las ventanas del alma,
perforando la noche durante mil insomnios
que trágicamente el día guarda.