Oye bien...
He decidido refutar las sombras
que por siglos atormentaron mi cuerpo
con su sierpe celeste.
Yo palpé los muros del infierno
cuando todos festejaban.
Fui la que parió mil cicatrices
entre pájaros y piedras.
La que decidió volar en el momento
en que todas las bocas
escupían sentencias.
La que tuvo la mirada profética sobre los libros
y las ideas que sembraban.
La que caminó por siglos desgarrada
y cual paria sin bandera,
ocultó las rosas
para que aves carroñeras no la profanaran.
La que lloró en silencio frente al espejo,
al ver tantas Magdalenas
oprimidas en su rostro.
La que amó hasta los tientos
y entre escombros de luna
conoció la cuna del río desenfrenado.
Oye bien...
Porque ha pesar de todo lo vivido
en el abismo de mis días,
hoy sacudo el polvo de mis plantas
porque sé no merezco esta
ofensa primigenia,
ni este despojarme con palabras.
Oye bien...
Vengo de las tinieblas
y voy hacia la luz;
quiero recuperar la dignidad sustraída
a través de la historia
y sus falacias.
Ya hubo demasiado dolor y sangre;
ya lo innombrable
no transitará la desnudez de mis pupilas,
azuzando con si debo o no debo quitarme el velo,
antes que las lunas suelten al ave de su jaula.
O si puedo o no puedo decidir
cuántas estrellas llevará mi nombre,
el que tantas veces denigrándolo,
fue un espectáculo más de su ruindad
Oye bien...
Por el borde de mis labios
emerge, segura,
la música ancestral de ser yo misma.
He decidido abrazar el signo inmutable: Edén
creado por el lenguaje de mi cuerpo.
Ha llegado el día
en que todos mis silencios
sean arrancados de raíz
para que nunca más la historia me fragmente,
ni se obstine en limitar mi identidad,
ni acallar el reclamo que sostengo.
Oye bien...
Porque vengo de las sombras de los siglos a la luz.
Soy protagonista, irrenunciable,
en mis derechos de ser Mujer dignificada.