José Luis Barrientos León

El manto de la noche

 

La manta de la noche se extiende sobre los recuerdos,

como si fuera una claridad imposible de imágenes y voces,

conformando los sueños, armonizando los ecos,

con los colores grisáceos e inmateriales

que inundan el pensamiento.

 

Como si fuera una luz infinita improbable,

que nos separa de la vida,

para llevarnos a lugares espirituales, intangibles,

en donde nos detenemos a ver el pasado,

sin culpas, sin comprensiones, sin razonamientos,

sin alma que nos atemorice,

con pecados ni condenaciones.

 

Es como si amaramos lo olvidado,

y la noche tuviese el talento para la resurrección,

juntando nuestras manos,

para la invocación y la presencia de Dios,

entre culpas y perdones.

 

Como si el amor se pudiese convertir,

de nuevo en llama y fulgores

y el camino se borrase dejando solo las huellas,

y el silencio se alimentará con las palabras extraviadas,

y siguiéramos viviendo solo para el recuerdo,

como si los labios solo fuesen adecuados para el beso,

y fuese el beso el que expresara él te quiero.

 

La manta de la noche se extiende sobre los recuerdos,

levantando muros invisibles entre la lejanía y el ahora,

abriendo espacios enemigos de los cuerpos,

oponiéndose a la avidez de abrazarse,

al lazo intangible entre el amor y la entrega.