Donde el cielo se rompe, nace el alma,
no en templos, ni soles que resplandecen,
sino en la grieta azul que guarda la calma
de dos miradas que nunca envejecen.
No hay dioses, ni hadas, ni condenas,
solo un silencio limpio y verdadero,
donde florecen heridas tan llenas
de amor sincero y afecto sincero.
Una amistad así no se razona,
no se compra ni espera... se encuentra.
Llega como lluvia que perdona,
como voz en sombra que se adentra.
Sos la luz que brota sin pedírtela,
reflejo del bien que aún me habita.
Aunque el mundo intente a veces herirme,
tu presencia es estrella infinita.
No importa si el cielo sangra en pedazos,
si el destino se burla o nos confunde,
mientras sigas en mis días y abrazos,
yo sabré que lo imposible se funde.
Porque donde el cielo se rompe en silencio,
se forma un puente...
que une mi alma con tu existencia.