Escribirle a la noche,
a la sombra callada,
a la abeja que zumba,
al solitario amante,
a la paloma blanca
que voló en desbandada.
Escribirle al estío
cuando el sol enrojece.
A pequeños insectos
girando al vuelo,
sobre las bancas del parque.
L.G.
(Imagen: Michael Liz).