Me fui, no por menguarte ni ofenderte,
sino por protegerte del oscuro futuro abismo;
mi alma se quebró por sostenerte
y en cada paso me hundí a mí mismo
por no dejar al daño sorprenderte.
Fingí ser desamor, hiel sin clemencia,
el pérfido que huye sin razón,
mas sólo por salvarte de la inclemencia
del lóbrego frio puñal de la ambición,
desgarré con mis manos mi presencia.
Tu paz valía más que mi memoria,
más que la honra o la reputación,
y aunque la historia me niegue la gloria,
prefiero el baldón de la traición
a verte deshojarte sin victoria.
Así, en el silencio más profundo,
te amé con la renuncia en carne viva,
y si hoy parezco un réprobo sin rumbo,
fui mártir en la forma más altiva:
amar huyendo... por salvar tu mundo.