Recorría el impenetrable sendero
Precipicio de pasión agradable,
Coagulando aquel sentimiento afable,
Cetrino el valle, junto aquel limonero,
Allí medraban las empinadas hiedras
Entrelazadas por entre mis piernas.
Volaban, pues, cantores vencejos;
Tranquila tarde de luctuosos reflejos.
Entre idílicos romances de orquídeas,
Sobre encajes de briznas en fuego.
Sobre un lienzo de nostalgias áureas,
Exigua la euforia, rompía el sosiego.
El gemido que del enigma surgía,
Me envolvía de melancolía humillado,
Seducía mi rumbo al rescate, amartelado,
Enredados los sentidos, suspicaz me diluía
¡El sendero de entrañas profanadas, en el apasionado abismo se desvanecía!