¡Qué buen musical
vi aquella noche!
Pero ya era tarde
y el sueño me ganó.
A los diez minutos
me despierta el
brillo azul de la pantalla.
Decidido a dormir,
me levanto para
apagar la tele
y de paso ir al baño.
A oscuras volteo
para ir a la puerta
y me encuentro a
una mujer muy linda.
Estaba vestida como
una bailarina
y a leguas se notaba
su coqueta finura.
Me puse nervioso,
pues bien sabía que
era mi imaginación.
Hasta que mi ansiedad
se convirtió en miedo
al ver como esa mujer
empezó a envejecer.
Al cabo de un minuto
lucía irreconocible.
Pasó de ser una
hermosa bailarina
a una vieja atada
a un traje del pasado.
Sin previo aviso,
soltó una risita
en un tono burlón
y me clavó la mirada.
Sin molestarse en
que procesara el
momento, empezó
a derretirse como si
estuvieramos en el
mismo infierno.
Intenté atraparla,
pero sus restos
desaparecieron,
y me encontré solo
otra vez.
Entré en trance por
un largo rato en el
pasillo de mi casa.
Ya no tenía ganas
de ir al baño
y tampoco intenté
despertar, pues
sabía perfectamente
que no era un sueño.
Desde esa noche
entendí que mis
oscuras visiones
podrían hacerse
realidad
en cualquier hora,
en cualquier lugar.