Cuando triste me encuentro
por temas mundanales de la vida,
en un breve momento
toda pena se olvida,
al presenciar dos alas en batida.
Abre su añil al cielo,
el ave de la máscara azabache
y argento terciopelo,
dejando atrás en guache,
una azulina estela en su despache.
Luego, rompe el celeste,
bajando a remilgarse sobre un busto.
Espera a ver su hueste,
y con batir augusto,
regresa a su familia, sin disgusto.
Pienso sobre el camino,
mientras marcha volando su bandada,
siento un latir vecino,
y así, como si nada,
cualquier pesado día se te agrada.