En ti mi sombra a tientas busco,
dibujo la órbita de nuestro movimiento,
me seduces, te deslizas por todos lados, saboreas la piel;
remolino de mi ombligo, abeja pegada al enjambre.
¡Qué tortura es el deseo!
Me ajusto a tus formas de ebrio anzuelo,
habitamos la carne.
Llueve sobre nubes que explotan;
eclipsa en pleno día.
Licántropo enloquecido por la Luna llena
ahogado en mi sordo desvelo.
Esa noche quedó desnuda el alma ardiendo en su propia hoguera.
Prendida en un sólo hilván
próxima a caer en el eco de tus suspiros
me abandono temblando de emoción.
Leo en tu cuerpo tendido el lenguaje de la felicidad,
lees en mi cuerpo lo que tu mano escribió.
Las pupilas dilatadas atrapan los recuerdos,
aspiramos el aroma de una tarde furtiva
que no volverá.