MIGUEL CARLOS VILLAR

Entre escombros...

Entre escombros…

 

 

Entre escombros y humaredas,

apocalíptica escena despliega su manto gris,

mientras las campanas lloran de sus grietas,

redoblando un lamento infinito

que atraviesa el aire enmudecido.

 

El mundo,

con manos temblorosas,

se tapa los oídos,

ahogando susurros de agonía y suspirando,

exhausto,

por la interminable miseria que devora cada rincón.


Las pantallas de los televisores

vomitan sangre en imágenes sin fin,

un festín macabro de imágenes

que cruelmente atrapan a inocentes víctimas,

ecos de vidas interrumpidas.

 

Monstruos con trajes de presidentes,

pertrechan a sus vasallos,

marchando hacia la inminente masacre

con la frialdad de quien no ve más allá de su ambición.

 

Entre las ruinas

de lo que alguna vez fue su hogar,

los exilios se suceden,

huellas de un éxodo sin destino.

 

Bocas que devoran el hambre;

bocas que beben lágrimas de desesperación;

bocas que convierten el dolor en un grito colectivo;

bocas que resuenan en cada piedra,

en cada sombra,

en cada corazón

que… aún late en medio de la devastación.