Me robaron las palabras,
me quedo sin ellas.
Andan libertinas, paseando por doquier.
Me robaron el amor, marchita la inspiración.
Me robaron las palabras y el albedrío.
Mi aliento es tuyo.
Al margen de tu triste recuerdo vivo,
tú, huyendo entre otros amores,
huyendo de mí, gran cobarde.
No sabes tú que en mis besos
radica la paz y la cordura.
Mi sendero sin espinas te ofrecí,
tú, imbécil impredecible,
te rodeaste de rosas que pinchan.
¡Qué bueno que te sangren las manos!
El amor es sacrificio,
pero ante tu desencanto,
mi amor se vuelve egoísta.
Y sin más palabras,
te deseo que sangres,
y que sangres mucho.
Yo, que no aprendo nada en esta vida,
seguiré buscando las palabras que me han robado,
el verso que escapa
entre las ansias de un amor olvidado.