Aun después del invierno, la flor despierta,
aunque el viento la arranque, vuelve la puerta.
Porque el alma no muere por una caída,
solo aprende a volar con más fuerza en la herida.
Todo tiene segundo canto en la garganta,
el eco que vuelve cuando nadie lo aguanta.
Todo amor, aunque roto, puede renacer,
como el sol que regresa tras anochecer.
Hay caminos que lloran por no ser andados,
pero esperan en silencio, jamás olvidados.
Hay corazones que tiemblan por lo que fue,
pero en su temblor guardan lo que aún puede ser.
No hay error tan oscuro que apague la esencia,
ni pasado que venza a la fe en la presencia.
El perdón es un faro que nunca se apaga,
y la vida —aunque duela— siempre se embriaga.
Así que no temas si algo se quebró,
porque hasta el cristal más roto brilló.
Todo tiene su hora, su vuelta, su luz:
la segunda oportunidad… la da hasta la cruz.