Nunca necesitastes coordenadas
ni mapas que te indicaran.
Tampoco los prismáticos
te sirvieron para nada.
Un estandarte de granito
fue tu bendita calma...
¡Blasón tallado de la cordura!
No hubo derrotas que hablaran.
¡Ay! De mi boca tímida
si le quedaran palabras...
Gritara con ira y rabia
por ese tiempo que no para,
por los días sin aromas
ni el brillo de tu mirada.
Carezco de orgullos,
de rencores y falacias,
pero uno, sólo uno hay,
que me invade hasta el alma.
Es mi orgullo la bandera
que llevo en el cuerpo izada.
Porque es mi orgullo ser,
el padre que quiere y te ama...