José Luis Barrientos León

El misterio de la noche

 

He intentado introducir los dedos,

en el manto oscuro de la noche,

acariciar con ellos las sombras,

y el misterio de la oscuridad que se vacía,

sobre los cuerpos desnudos,

tocar sutilmente la viola erótica de la espalda,

rozar con los dedos los labios gustosos,

acercar la boca al cofre irresistible de tu boca,

estrujar los pechos con la tímida piel de mi rostro,

y saborear así la intimidad ingenua que entrega las tinieblas.

 

Tinieblas que se transforman en bálsamos.

Bálsamos que mudan a caricias.

Caricias que se desfiguran en las entregas.

Entregas que se consuman en los cuerpos.

Cuerpos que renacen entre sombras.

Sombras que fallecen con el alba.

Con el anhelo ingenuo de introducir los dedos,

en el manto oscuro de la noche.