Y así aquel ser,
fundido en la tristeza,
cambió;
logró comprender que solo se ilusionó,
que entre ellos nada pasó,
y, por alguna razón,
una inmensa libertad sintió
y logró sanar su corazón.
En efecto,
la redención logró,
las cadenas se quitó
y, al fin, la felicidad vio.
Se preguntó por qué cuenta antes no se dio,
pero, al final, no le importó,
pues, al fin, se liberó.
Ahora, más que un dolor,
un lindo recuerdo se volvió,
y eso, en lo más profundo, lo guardó,
porque no hay motivo para olvidar algo que felicidad
causó;
entonces, su vida recuperó y en felicidad se sumió.
José Miguel Troya Cotrina
23 de mayo del 2025