Alexandra I

Tesoro

Escuchaba tu voz, que dulce sueño
dueño del corazón, alma encendida
pura  alucinación, fue solo el viento
que susurro al oído, amada mía.

Anhelaba ese beso entre mis labios

como agua fresca a mi sed rendida,
y el beso se seco, implacable verano
que asolaba el camino en esos días.

Una suave caricia, un roce apenas

mi piel quiso sentir en noches frías
pero la calidez dormía lejos
esperando mañana en agonía.

Un nuevo amanecer, tras larga noche

un resplandor que no reconocía
aroma del rosal que me habla desde el verso

sin que quieran dañarme las espinas.

Oro serás, mi más grande tesoro,
cuando hagas realidad mis fantasías

guarda mi corazón tanta ternura
para esperar amando el nuevo día.