Hablan sin tener prueba,
la lengua es puñal,
clavan su cruel vereda
y siembran todo mal.
Cuentan mil falsedades
con máscara de honor,
son verdugos, sin bondades,
que esparcen su rencor.
Disparan con su boca
cual dardo traicionero,
y el alma que sofoca
termina en el granero.
Se esconden tras su cara,
tras falso gesto honrado,
pero su sombra rara
te hiere de otro lado.
Destruyen sin reparo
reputes y caminos,
y el daño que disparo
lo ocultan en los vinos.
El pueblo se envenena
con chisme y con rumor,
y el alma que se truena
se llena de dolor.
Si no hay certeza en mano,
mejor callar la voz,
porque el decir insano
te arrastra hasta el adiós.
Habla quien poco sabe,
y juzga sin razón,
la lengua, como un ave,
vuela con destrucción.
Tiran la piedra altivos
y luego se retiran,
se esconden, fugitivos,
del eco que conspiran.
El rumor es incendio
que arde sin piedad,
y el alma en su compendio
se torna oscuridad.
Dicen: \"yo no hice nada\",
con rostro angelical,
pero su lengua helada
ya causó mucho mal.
Van vestidos de blanco,
de santos disfrazados,
pero su corazón manco
hace daños callados.
Se lavan bien las manos
como Pilatos fue,
y entre discursos vanos
la culpa no se ve.
Cuando los encaras,
lloran su mentira,
y aunque tú los encaras,
te lanzan su ira.
Critican en manada
y luego desaparecen,
la culpa queda helada
y ellos no perecen.
Dicen que repitieron
lo que oyeron por ahí,
pero bien supieron
a quién iban a herir.
Te besan en la frente,
te ofrecen su calor,
y en la noche silente
te clavan su rencor.
Son santos de fachada,
de doble dirección,
lengua bien afilada,
y sucia la intención.