La luna es solo la luna,
aunque desde su soledad me observe,
con su ojo claro y despejado,
aunque me vigile y me aceche
en las honduras de la noche,
aunque permanezca intacta
y demande por todo aquello
que no digo y tanto guardo.
Al final ya lo he dicho;
ella es solo una piedra enorme
suspendida y atada allá en el vacío.
Ella está errante y sabe
que no debería juzgarme,
ella cae también a esta tierra
quien no la recibe ni comprende,
y desde hace tanto que la quiere.
Me recuerda tanto a vos;
especialmente a tus brazos
cuando nunca se abren.