La luna es solo la luna,
que desde su soledad me observa,
con su ojo claro y despejado.
Es sólo la luna.
Aunque ella me vigile y me aceche
en las honduras de la noche,
aunque permanezca intacta
y demande por todo aquello
que no digo y siempre guardo.
Al final ya lo he dicho;
ella es solo una piedra enorme
sin bordes
suspendida y atada allá en el vacío.
Ella está ahí errante
y sabe
que no debería juzgarme,
ella cae también a esta tierra
quien no la recibe ni comprende
y desde hace tanto que ella la llama.
Es que la luna...
Me recuerda tanto a vos;
especialmente a tus brazos
cuando nunca se abren.