Señor, mi alma canta en el silencio,
cuando el mundo duerme y solo Tú despiertas,
cuando el dolor golpea, y Tú me abrazas
con manos invisibles, eternas y ciertas.
Camino en la sombra, pero no temo,
pues Tu voz me guía como faro fiel,
y aunque el viento ruja con furia en mis huesos,
mi espíritu se alza, amarrado a Tu piel.
No hay noche que apague Tu promesa viva,
ni cruz que pese más que Tu redención,
porque en Tu nombre todo cobra sentido,
y hasta el quebranto se vuelve oración.
Tú eres refugio, agua en el desierto,
pan de los pobres, lámpara del bien,
y aunque mis pasos tropiecen mil veces,
sé que en Tus brazos hallaré mi Edén.
Y en esta fe nos une el alma viva,
la voz de los que escriben por amor,
una comunidad que sueña y canta,
bajo la luz sagrada del Señor.