Alberto Escobar

Confieso que estoy viviendo...

 

 

Tú justificas mi existencia:
si no te conozco, no he vivido;
si muero sin conocerte, no muero,  porque no he vivido.


—Luis Cernuda. Si el hombre pudiera decir lo que ama. 


La justificas, sí, tres veces,
como las que Pedro negó; una
por el perfume que exhalas,
el de tu cuerpo igual que al nacer,
ese olor a vida y a crema tostada
que el cuerpo de un bebé ofrece
tras el viacrucis del parto, el primero
de un largo rosario, a buen seguro. 
Si muero sin conocerte para qué, 
qué razón tiene una existencia 
tan larga, tan de idas y venidas
que no llevan a ninguna parte, 
cuya recompensa, al decir de los sabios,
es el instante en el que el tiempo
se detiene, justo cuando el reloj
de pulsera que tanto consultas se viene abajo,
claudica de sus vueltas y revueltas
y el cristal que protege las manecillas
se hace mantequilla líquida y chorreante. 
Si no te conozco no he vivido — o lo que
es lo mismo: \"nací el día en que mis ojos
contornearon eléctricos tu aparecer rosáceo,
fulgurante, como unas potencias ventaneras\",
y todo lo anterior, todo mi histórico papel 
mojado devino, de repente, como esos apuntes
que tras la carrera lanzas al patio celebrando
el título y como gesto de liberación.
\"Porque no he vivido\". No estoy en consonancia
con lo que significa decir esto porque denota
una dependencia emocional de la que trato
de cuidarme en la medida en que la vida, mi diosa,
me permite, mas entiendo que se llegue a ese punto
porque el amor se convierte en cuanto alcanza
carta de naturaleza en drogadicción —y algo así
creo que me pasa, lo confieso—. 
Si muero sin conocerte no muero: Con este aserto
sí estoy de acuerdo y me adhiero como hierro
a imán porque, clara y notoriamente, lanza al aire
una segunda oportunidad de vida que se me antoja
deliciosa e irrechazable al tiempo.
Ya no comento más. Os dejo en paz.