Melissa 94

Breve verano y un amor

Volví sin avisarle a nadie.
Ni al cuerpo, ni al recuerdo.
Me arrastraron los pasos, no el deseo.
El mismo banco, la misma plaza.
Y el aire... ese aire tibio y oxidado de los días que se van.

No esperaba encontrarte.
Solo quería saber si el lugar seguía igual
o si también había aprendido a soltarme.

Los árboles, testigos mudos de lo nuestro,
todavía guardaban las risas entre sus hojas secas,
como si el viento de aquel verano no hubiera querido llevárselas.
Caían, una a una, como migajas del pasado,
crujían bajo mis pies,
y cada sonido era una sílaba de lo que nunca terminamos de decirnos.

Las aves sobrevolaban la plaza con una duda en el vuelo,
como si aún esperaran el epílogo de nuestro libro truncado.
Tal vez no supieron que algunos finales se escriben en la piel
y no en las páginas.

Yo no volví por ti,
volví por mí,
para recordarme que incluso lo que se marchita
alguna vez fue flor.
Y aunque no florezcamos de nuevo,
hay belleza también
en los árboles desnudos.

 

Melinda.