angelinho

Dafne y Apolo

 

Bajo el gran cielo dorado

huía Dafne con pavor

sin un rumbo ni camino,

sin esperanza ni amor,

corría entre boscaje,

corría con gran horror,

Apolo de pisada presta

la seguia con atención 

clavando en sus pupilas 

la túnica y su buen olor.

Como amarle no quería

corrían raudo los dos;

una yendo con disgusto

y otro yendo con pasión.

Sufrir ya no más quería

y a su padre algo pidió,

Peneo de ella solícito

en laurel la transformó

cuando Apolo la agarra

todo el bosque enmudeció,

Dafne nada entendía

y todo aprisa entendió,

que en árbol se convertía 

y lo aceptó con temor,

fueron sus manos en ramas 

creciendo con descontrol,

en moharras oliváceas

el cabello se tornó

y sus pies bellos de ninfa

raíces en tierra echó,

todo entre lagrimeos

una gotita perló,

surcó su nevado rostro

y en savia se resultó.

El dios del arte solemne

la metamorfosis vio

junto a un alto sentimiento 

de impotencia y conmoción

lo dio por perdido todo,

su ego se desplomó,

la pobre Dafne por él

con recelo se murió,

como amarle no quería,

sollozaban ellos dos,

ella que se marchitaba 

en alma y en condición.

Apolo acariciándola 

se negó a pedir perdón,

aún su ínfula le pudo

cuando todo lo perdió,

bajando su fría mano

en do corteza ya salió 

y apoyando su cabeza 

en pecho de su obsesión,

y bien lloraba Apolo 

con canto de ruiseñor,

que confundía las aves

por su magna precisión,

y bien lloraba Apolo

y su vista ennegreció

del cálido atardecer

su belleza ignoró

pues cayéndose a pedazos 

su mundo y su corazón.

Que el dique expugnable

en gemidos explotó.

Era Dafne ya un laurel

sin vida o preocupación,

mas Apolo aún la ama

con tristeza y devoción

palpa su lignario pecho,

siente aún su pulsación,

y de un luctuoso abrazo

sella su trágico adiós.