Dicen que existe un hilo invisible,
atado al alma, sutil e indestructible,
que une dos vidas por siempre, sin prisa,
más allá del tiempo, más allá de la brisa.
No importa la ruta, ni el viento, ni el paso,
el hilo resiste, se enreda despacio.
A veces se tensa, a veces se esconde,
pero nunca se rompe, siempre responde.
Te busqué sin rostro, sin nombre, sin mapa,
y en cada intento, el destino escapaba.
Mas el hilo, terco, seguía latiendo,
como un susurro que va renaciendo.
Y un día, sin aviso, sin grandes señales,
cruzamos miradas entre tantos males.
Y supe —lo supe— al ver tu reflejo,
que eras tú el motivo detrás de este trecho.
No hay casualidades, todo tiene sentido,
el hilo nos guía, aunque todo esté ido.
Porque en cada punto, en cada desvío,
nunca estuve sola… tú ibas conmigo.