Soñamos dulcemente tantas cosas
que hacían nuestros pechos suspirar;
con esa ingenuidad que tiene siempre
un sueño angelical.
Los rayos que tenían esos sueños
que siempre me brindaron tanta paz;
serían de mi vida dulce fuente
de amor y de bondad.
En ellos se escribieron las promesas
que siempre en nuestras almas vibrarán;
llevando los compases de mi lira
que por ti llorará.
Las huellas que quedaron en el alma
el tiempo no podrá borrar jamás;
que fuegos de pasión las cincelaron
con deseos sin par.
Autor: Aníbal Rodríguez.