liocardo

DÉCIMAS A LA MUERTE DE MI PADRE ( III ) FIN

                    III

 

 

Se oyen voces del pasado:

«pueblo unido»; «patria o muerte»;

«¡no pasarán!», gritan fuerte;

«república», un desfasado,

«dictadura», algún tarado;

¡pisoteo al racionalismo!

¿quién quiere más de lo mismo?

Para qué revolución;

se trata de evolución:

desterrar el egoísmo.

 

 

Si hay que desandar mil pasos

por volver al buen camino

es bien hecho en tiempo y tino

para evitar los fracasos,

pues a ideales escasos

contradicciones son tales

que el bien dicho suena a males

en boca al cual contradices

e ideal es ser felices

compartiendo como iguales.

 

 

“Tanto tienes tanto vales”;

yo busco sabiduría

--por ella cuánto daría--

mas de venta no me vale;

basta con ser naturales

para entender lo que entiendo:

que en lo absoluto me extiendo

y en lo infinito me expando;

mientras me voy fermentando

siento que se está sintiendo.

 

 

Y no se siente armonía

por causa de los humanos:

ven sufrir a sus hermanos

y no viven la empatía

¡ayunad, mas que sea un día!

por los que mueren de hambre,

los que lacera el alambre,

los cäidos por dignidad,

los vivos sin cualidad,

contra la bestia y su enjambre.

 

 

Líbreme la luz de caer

en vicios de los profetas,

en fantasías de poetas

o adalid del conocer:

pues quien más dice saber

más ignorancia demuestra;

la verdad no es cosa nuestra;

sea lo que ha de suceder,

pero es de astuto prever

lo que el instinto nos muestra.

 

 

Llegará, y así tememos,

en tiempos no muy lejanos

gran tragedia a los humanos;

y culpables nos sabemos,

pues todos parte tenemos

de responsabilidad

sobre esa fatalidad:

la era se va al carajo

y a aquél que coja debajo

no le va a tener piedad.

 

 

CABO

 

 

Toda trama se desvela

al concluir el relato;

esperemos, pues, un rato

en el mundo --que es novela--

a ver qué se nos revela

y si tiene moraleja

lo que labios de «la vieja»

rumoreará a nuestro oído

cuando aún no hemos partido

y la vida ya se aleja.

 

 

¡Ay! tragedia de la vida:

que tal que el zote, el artista,

bribón, malvado o idealista,

virtuoso u homicida,

cruzan la misma salida

al concluir su actuación;

ya lo escribió Calderón

en «El Gran Teatro Del Mundo»;

y perdón si a alguien confundo,

no era esa mi intención.

 

 

 

FIN

 

 

 

Jose Sataute (diciembre 2011)

todos los derechos compartidos.-