Llegaste para acompañar
a las soledades de mi alma
adornando mis espacios
con la presencia de éter
por tu aura de ángel
y despertaste mis sueños
inefablemente en el crepúsculo;
¡ay!, llegó la noche con su luna
y nos irradió ternura y amor
en los luceros del anhelo,
en un abrazo me envolviste
y abrigaste mi regazo,
con los lazos de firmeza
que templaron los desvelos,
aquellos que sirvieron
de consuelos a las penas
que en las noches me inundaron;
en tus brazos encontré el refugio,
como una fogata en sus brasas,
con la compañía que acaricia;
y fue en el abrazo a mi alma
que perpetuaste este amor
para tenerlo siempre
en las moléculas que vibran,
en el torrente de mi sangre.