Juran que el amor es juego,
una llama que se enciende y se apaga,
que el deseo es contrato sin firma,
y el cariño, un disfraz que se cambia.
Creen que ghostear es madurez,
que el silencio es respuesta suficiente,
que manipular es arte de amar,
y mentir… un pacto entre gente \"inteligente\".
Se burlan de cartas escritas a mano,
de un “te quiero” temblando en papel,
de un regalo sin precio, con alma,
de lo cursi que se da sin deber.
No entienden que el amor no se mide
en cuerpos cruzando la noche,
sino en cómo uno se queda
cuando el otro se rompe.
Confunden pasión con promesa,
posesión con ternura sincera,
y mientras destruyen lo bello,
se convencen de que así se entrega.
Pero el amor, el real, no engaña ni huye,
no juega a desaparecer sin razón,
se queda, se expresa, construye,
y no teme mostrar el corazón.
Así que guarden su orgullo de acero,
sus reglas frías, su ego veloz,
porque el amor que se burla del amor verdadero
no conoce el amor… solo su voz.