Erika Castillo

Presa del deseo

¿De dónde vengo, preguntaste? ¿Por qué vengo así, sin traje, sin miedo?

Del infierno al cielo me paseo, víctima de tu mirada, prisionera de tu cuerpo.

La tersura de tu piel me atrae y me arroja en caída libre a la cárcel de tus besos.

Soy presa fácil del pecado, si tus ojos sigilosos, me observan con deseo.

No justifico mis errores ni las sombras que me envuelven cuando tu cabello me roza, y allí me enredo.

Entonces, deliberadamente me derrito entre tus brazos, las sábanas y las suaves líneas de tu cuerpo.

Así me pierdo.

No hay razones que dobleguen este incendio que me quema por dentro. Eres prisión de mi sexo, carcelero de mis más profundos anhelos.

No sé si es normal sentir tanto así. Tal vez tengo una fiebre que arde en mis adentros, una tormenta en la amígdala o un delirio en mi cerebro.

Perdón le pido a mi cuerpo por dejar que mi alma se consuma en este fuego.

No es normal y no es correcto, pero no puedo evitar soñarte, aunque seas ajeno.