Después de comer
me apetece ver documentales.
De esos que te meten debajo de las hojas
o en el barro de los charcos
sitios donde no se te ocurre mirar.
A veces te dan una vuelta
por las sabanas del Serengueti.
Lugares que no frecuentas,
porque te quedan demasiado lejos.
Es un mundo despiadado.
Los cocodrilos por ejemplo
son tan rápidos que no lo ves venir
ni tú, ni la pobre cebra.
Y eso pasa cada día.
Antes me quedaba mal cuerpo
ahora sigo fumando o comiendo como si nada.
El formato de documental
causa un efecto parecido a un telenoticias
lo dan como un mal necesario y lo asumes.
Y al final ni te inmutas.
Así vamos.