Hubo un jardín que no floreció,
una luna que no terminó de alzarse,
un hilo de luz que se apagó
antes siquiera de nombrarse.
Algo vivía dentro de mí,
como un suspiro tibio y callado,
como un sueño que vino y partí
sin saber si lo había soñado.
No llevé cuentas, ni di señal,
solo el cuerpo hablaba en secreto,
y un temblor suave, casi fatal,
rozó mi pecho en completo.
¿Era tu sangre? ¿Era mi fe?
¿Era el destino jugando a esconder?
No sé si fue, no sé por qué,
solo sé lo que dejé de ser.
Y no quise decirlo, amor,
porque no hay nombre para esta herida,
pero a veces el alma pierde color
cuando pierde una vida no vivida.