Aletargado en una forma sin ideas,
sin pasiones ni brillo, sin alma.
¡yo me pregunto voraz, turbado¡
!a donde¡ la simiente descansa
del trigo pardo ya segado...
¡Donde habita! el corazón humano,
que alguna vez sin retaguardias
se ofreció arrancado en la mano...
¡A donde vuela! cuando la muerte
lo cubre de silencio y negrura;
cuando se desvanece ya parco
entre dagas de tinieblas y espesura.
En este abismo de sombras
donde se adentra el desengaño.
Yo me pregunto sin respuestas, ¡donde!
florece la herida después del daño...
¡donde vive! la umbría grisácea
que alguna vez fue cuerpo y fue vida,
que alguna vez fue sol y fue lluvia,
cuando la batalla está perdida...
Yo me pregunto quieto y ungido,
¡donde! Al fin, tiene morada,
aquella mano sin condolencia
que tal vez por secuelas aprisionada,
ejecuta como temeroso verdugo,
la flor temprana de la primavera
mostrando sin escrúpulos,
no ser más que una traicionera...