ElidethAbreu

Actas del Amor Fallido 3: El Veredicto💣🍃🌺

 

El Veredicto

 

Juez (el Tiempo, implacable):

Tras días deliberando con la luna en vela

y escuchando testigos, abogados, y argumentos

declaro esta unión rota, de forma paralela

por culpa compartida en múltiples fragmentos.

 

Secretario (Silencio, escribiendo con pluma de plomo):

El fallo es irrefutable. No hay apelación.

Ambos fallaron antes del primer abrazo.

Firmaron su sentencia sin contemplación

y huyeron del amor cuando exigió un lazo.

 

Él (bajando la vista):

Yo reconozco el daño, la ausencia, la demora.

Me acobardé cuando temblaba y no supe quedarme.

 

Ella (mirando al cielo como si este la respondiera):

Y yo fui fuego insomne, sin pausa y sin demora.

Amé con medida… y no supe soltarme.

 

Juez:

No hay culpable absoluto, solo ruina entallada.

Se cierra esta audiencia y quedara archivada.

 

Ah! tenemos cita en una semana para la división de bienes. 

A mi despacho los abogados en cinco minutos!

 

El acusado no duerme.
En su alma, la penumbra
sigue leyendo el informe
que jamás firmó su culpa.
La noche escribe en su carne
una línea de preguntas.

Él apela. No a la ley 
sino a la voz que lo escucha.

El silencio del pasillo
se revuelve y lo recusa.
Ya se dictó la sentencia
cuando el mundo se derrumba
a las tres con cuatro minutos
y el reloj no lo disculpa.

No hubo discusiones.
Solo dos cuerpos dormidos
al borde de la frontera.

Ella giró hacia la pared en la cama
desde el sofá él fingió que la abrazaba.
El silencio fue tan hondo
que ni el reloj se atrevía
a romper la madrugada.

La sábanas fueron testigos.
El aire pesaba más.
Y el adiós, sin decir nada
ya dormía con los dos por la eternidad.

 

Ya firmamos sin palabras
lo que el alma no redacta.
No hay culpables. Solo sombras
que se alejan y se apartan.

 

Cláusula de los recuerdos

Ella dice bien resuelta: 

Las fotos no se reparten.
Se quedan donde dolieron.
En el cajón del “qué fuimos”
hay fragmentos que vivieron.

Cada objeto es un testigo
que no sabe declarar.
Nos miramos como extraños
con la ropa sin planchar.

Dividimos los objetos
con la frialdad del invento:
tu sillón, mi cafetera
los libros en desacuerdo.
Tus discos, mis cacerolas 
la lámpara del recuerdo.

Todo cabe en dos maletas,
menos lo que fue silencio.
Nadie quiso los domingos.
Nadie reclamó los besos.
Se los lleva el lavaplatos
junto al tedio del invierno.

De los bienes valorados, se encargan los abogados.

 

 Custodia de la gata

Ella solía dormir entre los dos
como si nada pasara.
Ronroneaba el desacuerdo
mientras temblaba la balanza.

Hoy le escucha decir a él: yo la alimento.
Hoy dice ella: ella me abraza.
Y en su maullido se esconde
la única voz sensata.

Ya no hay juez para esta disputa.
El papel no la contempla.
La gata mira la puerta
con la tristeza resuelta.