A Leonor Lanuza
Es para llorar que venimos al mundo.
Permanecen los ojos recién nacidos cerrados
y lloramos porque desde la infancia practicamos el dolor practicamos el llanto.
cinco años de la infancia que ahora
a mis veintiocho siguen llorando.
Duelen como la primera vez
pero todo es cambiante, todo es distante.
Es para llorar que giramos el rostro por completo;
del otro lado
y encontrar
y mirar
y palpar
y se llena el océano por la lluvia
y se parte algo de tu alma (si es que tenés alma)
y se dispara el corazón acelerado
y los sentidos se resienten de ver tu estado
porque saben que no sos frágil
se resienten por hacerlos llorar.
El dolor es infinito.
El calendario se repite.
El tiempo. ¡Ese gigante que desprecio!
Juntura de momentos, amarres de ciclos
depósito de risas en un flashback.
Y lo siento, aún después del tiempo.
¿Esconder mi voz? Puede ser.
¿Salvarme a nado del llanto? Talvez.
¿Llorar por tres minutos? Quizá.
Huidobro, Cortázar y Girondo, me explicaron cómo llorar.
Probablemente les haga caso.
Es por todo que aún lloro tus años.
El tiempo los llora.
Lo cierto, es que en este hueco descerebrado
siempre un pensamiento, una imagen, una canción vendrá
Y lo siento.
Por eso te lloro.
Porque para llorar, he nacido.