Emilio Barrios

Dormir

Me acuesto para soñar, pero no concilio el sueño.

 

Me preparo para dormir, pero me domina la ansiedad y el miedo.

 

Las horas pasan y cada vez más pienso y pienso.

 

Ya no sé qué hacer, poco a poco me voy perdiendo, me duele el cuerpo.

 

Mi triste realidad y esta frustración me carcomen como un parásito por dentro.

 

Estoy cansado, derrotado, mis fuerzas se apagan, todo es incierto.

 

Creí que vivía una vida de ensueño, pero me equivoqué por el camino.

 

La situación no marcha bien, no hay color rosa; la historia no marcha bien.

 

En la inmensa oscuridad de mi habitación hay un punto azul fuerte.

 

A veces me pregunto si la suerte existe o solo me abandonó por pensar diferente.

 

Aquel punto es una luz en la cual me concentro ignorando todo alrededor.

 

Lo miro fijamente; al mismo tiempo, reflexiono en qué dimensión me encuentro.

 

Me concentro en esa pequeña luz, imaginando que aún tengo esperanzas.

 

Pero nada está bien, todo está mal, es como si mereciera esta desgracia.

 

Mis ojos tratan de cerrarse; sin embargo, mi mente piensa, no descansa.

 

Doy vueltas y vueltas en mi cama, queriendo dormir y llorar al mismo tiempo.

 

Pego gritos al cielo buscando respuestas, milagros que no existen, o acertijos.

 

Dormir quiero, soñar necesito, pero no consigo, no es sencillo, es un martirio.

 

Irónico es que cuanto más quiero dormir, más me quedo despierto.

 

Necesito paz, necesito tranquilidad, necesito avanzar y dejar atrás todo sufrimiento.